Tejas mojadas
por labios invisibles
de algunas nubes.
Cierro los ojos
y siento esas caricias
bajar del cielo.
Veo y contemplo
la lluvia deslizarse
por el tejado.
Lanzo un suspiro,
tratando de romper
la soledad.
Pero el silencio
es toda la respuesta
que vuelve a mi.
Tras la ventana
se queda mi silueta
hoy vacilante.
Sigo mirando
la lluvia, que acelera
más sus caricias.
Añoro el tiempo
pasado, bajo el cielo,
y con la lluvia.
Aquellos besos
reviven en la tarde
y arden mis labios.
Tanta ternura,
en ellos, compartimos,
que los preciso.
Rafael Sánchez Ortega ©
09/01/22