La antigua, recia maldad de los dioses,
y la sacra divinidad de los humanos,
congelan fueguinos las ideas precoces
en un finito universo de pasamanos.
Las seriales responsabilidades rotativas
y abundantes licencias sin goces de ocios,
curten tiempos de pandemias intempestivas
que se hunden elusivas en oscuros negocios.
Desde Paraísos y Olimpos, de reojo miran
cuando las blancas salas terapéuticas lloran,
lágrimas secas en caos y epopeyas que giran
entre quienes, por desvalidos, casi no oran.
-\"Pasará…pasará…pero el último quedará\"-
canta la rica sabiduría del canto infantil,
pureza germinal que alguien retomará
cuando felices campanas dejen el pretil.