No temas a la nada
si algún día
la locura se vuelve capicúa,
solo caes al alma
dando volteretas de mariposa.
No encontrarás
danza más experta
en cubrir el suelo de broncos latidos
que desmientan y separen
al rayo obsesivo
de esa otra luz álgida y desenvuelta
que los hizo coincidir,
allí donde los cuerpos desmesurados
se besan sin raíz
y aparece estrellada la altura primigenia,
pulsando el aroma
de un folio vacío recién doblado.