Hay deseos que de repente, te fascinan. Y sin tenerlos te castigan.
Otros, que, al probarlos, te hipnotizan. Pero al frecuentarlos, te hostigan.
Las fascinantes caricias de mi Catalina, mis linces sentidos, las sienten mucho.
O las papas aborrajadas con longaniza, que son fuego a mi paladar, con ají lucho.
Amo la comida, pero Anna Renzi, me robó el corazón. Es mi desvarío demente.
Me elevó con su voz. Me tumbo, con su fuerza explosiva, onda de furtiva diva.
Ondulación fugaz, que me envuelve, cada día más, en la más profunda agonía.
Rio eterno de sentimiento, que masajea el alma, con su voz, armónica de sinfonía.
Como no implorar de las delicias de mi sublime musa,
Siempre, anhelaré, sus cariñitos, ligeros de mariposa.
Y las papas aborrajadas con longaniza, tan deliciosas,
Calienticas en mi vientre, como ellas, no hay otra cosa.
Te conformarías, con el recuerdo de las papas, con longaniza y ají,
Amo mis oídos, pero no quedaran ciegos, si no palpan a, Anna Renzi.
Mucho menos moriría sin las fascinantes caricias de mi Catalina.
Catalina es el hablar de mis ojos, y el ver de mis labios, y a mis oídos, las alboradas.
Es el amanecer en mis noches y el mar estrellado, en las oscuras madrugadas.