Te miré, a tus ojos vidriosos, al rimel cayendo lentamente sobre tus mejillas, tomaste mi cabeza, la pusiste sobre tu pecho y con gran calidez me rodeaste con tus brazos, entonces me sujetaste y dijiste tiernamente \"tranquilo, ya te tengo\", fue en ese momento que me quebré... llore, como un niño pequeño, como nunca antes lo había hecho, llore y llore y no dijiste nada, dejaste que fuese el silencio el que dijera todo, me dejaste saber que todo estaría bien, que estaba bien sentir dolor, estaba bien sentirme triste, estaba bien llorar.