Has desatado el viento de mi alma
y causado la lluvia de mis ojos.
La tormenta que has provocado en mi corazón
ha inundado el altillo de mi mente.
En tu puerto arrojé mi ancla
y has hecho zozobrar mi barca.
Eres la isla donde encalla mi felicidad,
el mar donde naufraga mi esperanza
y la ráfaga que apaga mis candiles.
Tu arena ha llenado de médanos mis playas
y tu frialdad ha congelado mi muelle.
Si así has respondido a la tibieza de mi brisa,
si así me has tratado cuando
tu barca se meció en mi puerto,
es hora de partir rumbo a otros mares,
en busca de otras almas.