Sigue tu nombre clavado
en el medio de mi pecho,
como un anzuelo enganchado
cual oxidado pertrecho.
No puedo evitar las penas
que conmueven mi interior,
pues aún me atan cadenas
al recuerdo de tu amor.
Y duelen hoy las heridas
que viven tras de tu ausencia,
cual si estuvieran rendidas
al no encontrar tu presencia.
Han pasado muchos años
desde que fuimos felices,
quedando escritos los daños
con enormes cicatrices.
Tus besos adonde fueron,
tus abrazos... las miradas,
en que lugar se perdieron
o quedaron encerradas.
Quizás en algún mañana
nos reúnan los caminos,
y alguna estrella lejana
bendiga nuestros destinos.
Jorge Horacio Richino
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