Luce usted tan linda y callada
tan digna de la contemplación,
de la quietud y la ensoñación
como de una noche estrellada.
Sus ojos de eclipse de luna
dos guardianes nocturnos son
y del alma suya la expresión
como el suave arrullo de cuna.
En sus párpados plegados
cuando duerme están las montañas
por donde el sol de las mañanas
inquieta sus ojos cerrados.
Como un pedacito de cielo
en que se tiende como manto
descansa con sutil encanto
la oscura noche de su pelo.
Su boca que sabe hablar el bien
aparta todo el mal que existe
en el mundo al cual resiste
callada y sabiamente también.
De igual manera usted provoca
inquietud como el mar bravío
que alocan el sentido mío
sus ojos, su pelo y su boca.