Vitoreando me sigan,
comando este ejército
formidable, capaz,
miles de hombres en uno solo,
miles de caras que alternan
y alimentan esta personalidad
a la cual alberga mi cuerpo.
Bloqueo el ensamble mágico del encuentro,
derrito esos panoramas trágicos y los sucumbo
bajo toneladas de muertos.
Llego a la capital, con mi ejército,
soy de espadas, soy de cascos,
me piden tregua, pero así soy,
inquebrantable.
En el mejor momento,
mi alma aparece en espejo,
y pierdo la fuerza de mil hombres,
encontrándome, estupefacto,
ante la miniatura de ser que siempre fuí.
Me quedo con la alegría
de ser uno,
aunque sus guardias me aniquilen,
ser uno, único,
para esa suave, acogedora princesa,
quien espera en esa torre tan alta,
como altas son mis expectativas.
Deberé sortearlas
para acariciar sus palabras..