El aroma de una taza de café
trae a mí tus recuerdos.
Los juegos de un niño, el paso de un gato,
la lluvia cuando cae.
Todo me trae tu recuerdo,
todo me lleva a ti.
A desearte, a imaginarte,
a quererte así.
Cuando tomo una flor,
de aquel florero que un día me regalaste,
temo se desintegre en mis torpes manos.
Esa margarita tan acostumbrada a tu delicado trato,
a tus finos dedos, a tu suave tacto,
tiembla levemente cuando su aroma reclamo.
Me mira con recelo el gato que regresa;
guardián imperturbable de los pétalos de tu boca,
errabundo viandante de excelsa majestad.
© Armando Cano.