Soy perennemente destruido,
al invocarte, destruido por ti,
me destruyo en acertados bombardeos,
que yo provoco,
son endógenos y terribles
modos de lírica extrema,
son el estupor de amar los temporales,
que vienen encontrados,
como a puesta de Luna
o vivir en la eterna inconsciencia
en la eterna verdad de un vestido robado.
Somos seres caídos, de uniformes vestidos
como abejas en paro,
Uniformes de llantos y violentas palabras
de la sangre germana,
criminales, tan niños, que murieron meados
recordando a sus padres,
como leves potrillos que en la cerca reciben
de la vida el mandato.
Tan solos y desnudos como la flor
sin sus espinas pretéritas.
Y es un mal perdurable
de caras plañideras y luto eterno.
Y es un poema de ala ancha en una foto sesgada
por las químicas flores.
Son los cruces que un día serán rotondas ,
pero aun no se perdieron
las ganas de vivir.
Son aquel saco guardado en el chinero,
donde escapan del polvo envolvente
de mentir en las rebajas.
Paco José González