Me fui en silencio,
como el mar que sigue a la luna,
dejando atrás
a la dorada costa
entristecida.
El lazo del comienzo,
trenzado de promesas y de tiempo,
tensado con eventos turbulentos,
debilitado,
fue liberado.
Aún latía,
tenue,
el viejo corazón
que nos unía;
pero el desgarro
abrió un oscuro abismo
y casi nos desangramos.
Desde lo profundo,
desde la distancia punzante,
tendiste un puente
entre la amargura y la locura.
Y allí,
finalmente,
nos encontramos.