Desde mi punto te percibo deslumbrante:
atraes gaviotas desde la lejanía con tu canto azulado.
delinques cuando te llevas, en manos,
las miradas que ocupan el retrato de mi retina
y ahuyentas coloraciones sepia,
desde la mira más sensata de tu índole, querida mía.
emerges única e irrepetible:
construyes, a sabiendas, castillos y contornos carentes de sentido.
grabas en la arena los más pretenciosos deseos,
con la punta estrecha de tu nariz.
y debo decir: sería complaciente encarnar la lámpara
que ha de cumplir cada uno de ellos,
y de tu sonrisa oceánica, devenir aprendiz.