Josefina Barreto

De PHILIA, EROS y ÁGAPE

Como una dulce caricia para el alma

es, de un amigo leal, recibir una palabra.

Sentir la mano amable que acompaña y sostiene

y trae la calma si la tormenta en contra viene.

Y quién no encuentra el ansiado regocijo

si entre buenos amigos se siente protegido.

Amor Filial, quien contigo ha sido bendecido

desde el fondo de su ser debe estar agradecido;

pues no tienes la suerte de escoger donde naces

pero si de cuidar los amigos que haces.

 

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Quién no ha sentido el arrebato ardiente

de la trémula carne que palpita;

y cuando más allá de la piel el cuerpo grita,

muy poco importa si la palabra miente.

Los sentidos estallan, el suspiro, el aliento,

el susurro que enciende, los labios que se encuentran.

El éxtasis final, el ansiado momento

en que logran fundirse dos seres en un cuerpo.

Es el placer carnal, es el fruto deseado

que suele disfrutar quien se cree enamorado.

 

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Sin embargo, otro amor más extraño y sublime

que nuestros limitados sentidos acaso no perciben

la conciencia lo dicta, y en el alma se escribe

y al Ser Universal por su gracia redime.

Este amor no precisa ni familia ni amigos;

No busca la pasión, no afecta los sentidos.

Un noble sentimiento que rebasa fronteras

y es la gran recompensa de las almas sinceras.

No distingue entre razas, ni credos ni fortunas,

no espera recompensas, no le hiere la duda,

se brinda generoso ¡es la mano que ayuda!