Yo estuve en una celda
y dibujé la libertad
con los dedos en la pared:
campos, ríos, cielos y mares
que allí soñé, yo los dibujé.
Tuve el verde del campo en las pupilas,
el agua del río en la lengua;
el cielo en las manos malheridas
y el mar infinito bajo los pies.
Endurecí el acero de la piel
para que el azote de la tristeza
no me desgarrara la vida
como un pedazo de papel.
Fui el arquitecto de mi fuga
y abrí las puertas una a una,
pero cada noche, al cerrar los ojos,
en la celda dormiré.
—Felicio Flores.