Anhelo el día, cuando el alcohol toque
los labios resecos y las lágrimas destruyan
el maquillaje del rostro perfecto.
Cuando la voluntad se quiebre y deje salir
el niño que lleva dentro.
Anhelo el día donde un coma etílico
sea el final correcto.
Donde la habitación ya sea chica para llorar
el amargo dolor y la agonía de una muerte
lenta le robe la vida ¡al frágil corazón!.
Anhelo el día final, cuando la sangre fría
de esta alma podrida deje de circular.
Y entre rosas frescas la conciencia
sea el enemigo de quien causó tanto mal.
La noche sea testigo del juego perdido
entre el alcohol y el rehabilitado sin ninguna ilusión.
Anhelo el día, que sin previo aviso deja
un hueco para después volverse olvido.
Un olvido frío pero... ideal.