Hacía mucho tiempo
que la lluvia galopaba mi ventana
crepitando sin suerte
tratando de hallar su camino,
tal como yo, vagando
desordenadas las curvas,
extraños los saltos
pero todo ha continuado.
He dormido y despertado,
amargura como bandera
o sonrisas que golpean,
en ese extraño altar
donde abandonaron mi cuerpo
y las grises crisálidas
que se confundieron con la sombra,
abrieron grietas en la superficie de mi futuro
son respiros ondulatorios
son suspiros parsimoniosos,
una tarde sentado bajo el sol
con la cabeza entre las piernas
suplicándole al viento una brisa o tormenta,
un pequeño o gran soplo,
siquiera un rayo de luz
robarle al luto cotidiano.
Así los eventos se apilan
se amontonan en días en que la basura
no queman,
es muy duro sopesar esta vida
con las falsas algarabías
del sueño americano,
ni aún con las efímeras victorias
del alma tenáz que resiste,
la fragilidad se instaló con firmeza de niño
aquél que aún juega en las tardes
y que no espera al viento ni al sol,
me resguardo de sus brazos que no mecen.
Y hoy mi cuerpo se arrastra,
camina sin ganas,
pues desconoce,
se tira y resbala
esperando su suerte.
Pero aún así estás tú,
sin sonajas ni tiempo
con tu sonrisa y tu cuerpo
y ya no necesito de moldes
ni carencias ni reproches,
me sumo en ti
y en el mundo,
me levanto y tiemblo
corro con cansancio
caigo duele,
con la satisfacción de haber encontrado
una pequeña dirección
un pedazo del todo que me pertenece
y que gustosamente comparto contigo,
por el resto de nuestros días.