En tu lecho
las noches eran días,
la luna se replicaba
y plasmaba en tu pecho.
El sol escondido ardia
en tu vientre
con sus lenguas de fuego
y yo te besaba y lamia,
cono si fuera cielo.
En tu lecho
las tardes agonizaban
en suspiros y se vestían
de estrellas transparentes
como gotas de sudor.
Como un collar
de cristales salados
que pintaban la luz
tu frente y tu cuello.
En tu lecho
las horas eran minutos
y nunca se dormía,
porque todo era un sueño.