Atornillado a mi busto
practico las claras incisiones
desbarbo los líquidos sublimes
esparzo el silencio púgil indefenso
sentencio la muerte de mi compañero
imperfecto. Soy tributario
del ídolo espejo, de la vetusta silla
de domingo, del fluir encadenado
de palabras formidables, oh sí, en el llanto
encuentro un repliegue de campanas incesantes.
Soy discípulo de las tangentes
ocupo las catedrales les quito el moño
y bajo conmigo a solas por los puertos
lentamente. Soy vestigio y almanaque,
abecedario del ocupa inquilino, con que
disfrutan los ojos del sexo sin yuxtaposición.
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