Yo te amaré:
en el silencio de los últimos atardeceres,
en el murmullo de las estrellas fugaces al caer.
Sobre las constelaciones que se forman al unir los lunares de tu cuerpo.
Aunque te encuentres en el lado oscuro de la luna,
aunque hayas descendido al noveno círculo de tu propio infierno.
Aunque al abrir mis ojos nuevamente, ya no estés.
Yo te amaré.
Te buscaré en la última esfera celeste
más allá de eje en que se inclina mi voluntad;
aunque seas mi nadir y nunca pueda verte.
Yo te amare.
Aunque formemos líneas paralelas
que se prolonguen al infinito.
Aunque te escondas en el mismo centro de la tierra,
aún más allá mis suspiros te enviaré.
Seré por ti un torrente de lava que disuelva
la roca en que se ha convertido tu corazón.
Aniquilaré tus escrúpulos absurdos,
borraré hasta el último vestigio de duda de tu sinrazón.
Yo te amaré
bajo los puentes de los oscuros suburbios,
en las callejuelas más solitarias,
en los abismos más inciertos, ahí te seguiré.
Y no podrás escapar de mis anhelos
porque seré tu aliento, tu mónada, tu alfa y tu omega.
Más allá del principio y el fin de esta era,
en una dimensión paralela,
yo te amaré.
Porque ya te amaba incluso antes de que existieras,
antes de que yo misma tuviera razón de ser.
Porque los astros se alinearon para nosotros
en una conjunción perfecta.
Porque ya éramos uno desde antes de la creación del mundo.
Y será así eternamente,
por los siglos de los siglos, amén.