Prefiero total, física hambruna, si contigo, habito.
Que ermitaño, en claustros, con sápidos manjares.
Hoy, distingo, alud de estrella, extinta, sin danzares.
Me arropo, en mi cálido desierto, y su adusto hálito.
La cubrí con cobarde olvido, ya no me visitará su hado.
La triste gema, andrajosa y enlodada, no fue la disculpa.
Pero resplandecía, perfectamente bella. ¡No hay excusa!
Me deshonro, como redivivo, que no fue, a ningún lado.
Un latoso aire, ataca mi conciencia, doloroso aguijón.
Anhelo recobrar, la divina musa, de mis mocedades.
Que me abrace, vestida de su alegría, y sus bondades.
Extiendo mis manos al cielo, abriendo sus dos bocas.
El cielo calla, pero su voz desciende, en entrambas olas.
Me concientizan, en que hay anhelos, que son imposibles.
Las probables dadivas posibles, a veces parecen inconcebibles.
Los que fueron, ludibrio ayer, me respetan hoy, por mi virtud.