Recuerdo los comienzos del vecino
cuando articulaba torpes sonidos
que, lejos de armónicos, eran ruidos
de tartamudos pájaros sin trino.
Y soplaba, bajo un bigote albino,
con aquellos labios muy contraídos,
los poquísimos aires desprendidos
de su diafragma crepusculino.
Más se perfeccionaba día a día,
con repeticiones que no abandonó,
logrando una notable maestría
que, a todos los vecinos, nos asombró.
Pero... ¿por qué hoy suena sin sintonía
y se trastabilla tal cual empezó?