Quisiera tener alas y volar,
llegar hasta los campos de refugiados
llevando en mis manos un cesto
lleno de pan, de alimentos…
Bajar y abrazar con fuerza
al mismo tiempo que lleno de besos
las caras sucias de esos pequeños.
Que nunca se terminen mis alimentos.
Que pueda transformar sus prendas rotas
en otras nuevas,
para que no sientan el frío cruel del invierno.
Abrir las puertas de esos guetos
dejar que corran por un campo
de hierba verde y flores repletas de aromas.
Y… darles muchos juguetes
ver la felicidad de niño en sus pupilas
entonces…
¡Qué feliz yo moriría!