Y te encontré por fin.
Iba buscándote,
desde el principio de mi vida,
conociendo de la existencia de tu piel.
Confieso.
Yo te esculpí en mis sueños de niña y de mujer.
Hombre,
titán,
toro bravío,
roca ígnea y a la vez cálido susurro de ternura.
Y tuve miedo de encontrarte,
porque desatarías esa furia incontrolable de mi vientre,
que por suerte o desgracia vive en mí.
Y te escondí en mi cuerpo,
en mis huesos y piel durante años,
quizá durante siglos…
Y así, viví la vida,
esta existencia corpórea de mujer,
que aún me desconcierta.
Si.
Viví sabiendo que existías,
en un espacio del cosmos,
apartado de mí.
Y antes de ti.
lloré mil ríos,
recorrí mil caminos,
y pronto te olvidé…
Y un día raro,
en una época extraña,
en que el mundo se detuvo,
te encontré por fin,
casi al final de mi camino.
Y conocí tu nombre.
¡Existias!
Eras real, tangible,
respirabas…
Y tu voz ,
el color de tus ojos,
el sabor de tu piel ,
eran exactamente aquellos,
que imaginé una vez mientras dormía.
Y a mi memoria vino,
el recuerdo de mi hombre esculpido,
de mi amante perdido,
del hombre que soñé.
Y mi cuerpo ,
y mis labios,
tras milenios de espera
(en la prisión de mi cuerpo,
un extraño lugar que a veces creo habitar),
por fin te regalaron los besos,
y las caricias que guarde durante años,
y el regalo más bello :
Mi promesa de amarte en libertad.