Elizabeth A. Navarro

¿Aprender Amar o aprender a desamar?

Nacemos con el corazón puro, ajeno al dolor y la decepción. A través de nuestra niñez, aprendemos del trato familiar el amor propio o la falta de este. Llevamos esa enseñanza en nuestro día a día con nuestros compañeros, maestros y amigos, hasta que nos toca la ilusión de nuestro primer amor.

Ese amor que es confuso, bonito, exhilarante y lleno de expectativas de ser eterno. Demostramos lo mejor de nosotros, ofrecemos claveles de sonrisas, entregamos océanos de generosidad y valles de emociones. Ese amor nunca se olvida; es el patrón que seguimos cuando ya no existe.

El corazón vuelve a florecer con un amor nuevo, uno con más conciencia basada en el primero. Pero no, porque este amor es un amor herido. Llega esa persona y nos cura a medias la herida con su fármaco de pasión. Aprendemos este amor, y el patrón se moldea a su circunstancia o situación.

Llega un día en que nos preguntamos si lo que sentimos es amor? Cómo sé que amo y cómo sé que me aman? Cuando amo, lo hago sin barreras, o tengo el corazón tan herido que estoy entumecido por la lección de aquel amor eterno que no lo fue?

¡Es entonces cuando aprendo a amar... o aprendo a desamar!