En la llanura, los valles
y los montes. En el río,
en su lecho, su cascada;
en las curvas rezagadas
de la noche,
su volátil ensenada
sinuosa, blanca.
En los dardos derrotados
de la espera,
en el pico subterráneo
de las ganas,
en la lúgubre antesala
del rechazo,
los albures de la lluvia
en la ventana.
En el puerto acogedor
de las noticias,
en la sombra del camino,
la que alarga la visión
del que desanda el recorrido
emprendido en el pasado
con su marcha.
En el rostro del ayer,
mañana, siempre,
el calor libertador
de tu autocracia.