La capacidad extraviada de los lazos en el desenlace.
Ensordecidos los tantanes de tu corazón y de la tribu.
La artimaña y el esperpento,
huérfanos de toda bendición y miramiento.
Vendidos al mejor postor del viento dominante.
Acallados de todo raciocinio humanista, humilde, ciudadano.
De todo eso me harto...
Secuelan úlceras y arrugas prematuras.
Mi veneno se cocina con vapor de sangre coagulada y se activa catalizado por lágrimas tupidas.
Es cuando se corroe hasta el tuétano la opción de no mirarlos a la cara, sin antes desearles un funeral vacío.
Siempre fue así, siempre doble filo.
Intento no ser yo el que primero use la muela, y soy coleccionista del envaine.
Puestos a perder, suele darse que el que menos tiene es el que más arriesga.
Yo sólo tengo mi palabra y mis cojones.
No te acerques, patacabra, o te apalanco.
Acostumbrado a no tener, la domesticación se hace imposible.
Pasa de largo y vete, tábano,
a alimentarte de otros ganados de razas más mansas y asequibles.