Matias 01

SE MECE LA LUNA…

En la noche oscura se mece la luna hirviente,

dorada, como un ojo universal

hurgando los amores ocultos, debajo

de las hojas secas de este jardín de sueños rotos.

 

Y el aire de largo vuelo roza mis pupilas

que no lloran, pero brillan su larga espera

como monótonas piedras tristes

hundidas en el abismo de la fe.

 

No estoy triste, pero el silencio me ha ganado

la memoria.

No ladra el perro, no se rompe el aire en la ventana,

y no acuchilla el frío enlutado de la medianoche.

 

La luna sigue brillando, las pálidas sombras

rondan como esperando que alguna lágrima suelta

calme su sedienta pena y el aire,

siempre el aire que huye de la vida fría y estéril. 

 

No estoy triste, pero las flores de la noche se abren

derramando su gracia sobre todos

los remordimientos que también florecen en silencio

bajo esa paz ahogada y fría.

 

La luna entra en mi corazón ciego, como quien

entra a un rincón abandonado que se llenó de monte

y campanarios viejos y sepulcrados; La luna muda

-sollozando- alumbra al frío rostro de la soledad.