Envidia, yo le tengo envidia
a ese torbellino de viento
que roza tu cara
y despeina tu pelo.
Yo le tengo envidia
al revés de tu vestido,
porque acarician tu cuerpo
con las costuras de sus hilos.
Envidia, yo le tengo envidia
a las sábanas de tu cama
que descansan contigo
abrigándote en la madrugada.
Envidia, del aire que respiras
cuando profundo lo inhalas,
porque dentro de tu ser
se roza con tu alma.
Envidia de la noche que
a contemplarte viene
y se deleita con la belleza
que dormida desprendes.
Yo siento envidia de la calle,
de haber sostenido tus huellas,
pues el susurro de tus pasos
se quedaron en su piedra.
Envidia de lo invisible,
cuando desprendes tu aroma
porque la nada puede olerte
hasta que lento se evapora.