Algunas personas tenemos ideas en nuestra cabeza que rondan tan fuerte que quieren salir, se quieren destruir a si mismas, pero encuentran el refugio en un buen corazón y nos volvemos egoístas por que lo queremos solo para uno.
Tan de pronto amarramos esa alma a nuestro cuerpo como la hiedra a las paredes, nos aferramos, las enbellecemos por fuera mientras por dentro las debilitamos.
No hay abrazo que mate más las ganas que el que se atrapa con un beso el suspira mientras uno absorbe de su pulmón marchitado, quitas lo poco que tienen como una sanguijuela.
El agua calmada en momentos se vuelve un mar intranquilo, con olas que rebasan su autoestima, solo dejas migajas y con ello son felices cual barquero que después de la tormenta de muerte a encontrado una carga de peces en su proa.
Nunca estamos felices nos gusta pedir más de lo que tenemos, y no basta con un simple cariño si lo que tienen, su propio ser no es nuestro.