Sin previo aviso ni razón aparente,
Asecharon en mí traumas del pasado,
Aquellos que ya daba por superados...
Estaba tan equivocado.
Detonante maldito llamado encierro
que mantiene en vigilia constante
Pensamientos que delatan
La fragilidad de mi ser.
Palpitaciones frenéticas que retumban mi pecho,
Pataleos erráticos sin rumbo alguno,
Gotas de sudor que caen frente a mis ojos,
Simulando ser las lágrimas que se negaron a mostrarse;
Y mi boca repitiendo aquel mensaje demoledor de mi mente:
\"¿Por qué me siento tan solo?\"
Para mi fortuna, esta vez,
Mi entorno me salvó de seguir sufriendo:
El canto encantador de las aves
Y el clima acogedor de esa dichosa tarde
Fueron las causantes de arrullar
A los demonios internos que avivan
La llama insaciable que calcina
Toda ilusión que reside en mí
Para sentirme feliz.
Dos horas de letargo sin fantasía,
Calmó la tormenta que invadió
El mar de mis recuerdos;
Insatisfecho con el resultado,
Decidí salir para recibir aire fresco,
Con el fin que se vuelva brisa
Y direccione mi naufragio mental.
Cada minuto que transcurría,
Cada vez me sentía más pleno;
Concluí que, en esta etapa de mi vida,
Solo es lo que menos estaba:
Apoyo incondicional en situaciones de angustia,
Momentos compartidos plasmados en fotografías,
Y mensajes de aliento para salir adelante...
Vaya, me sentí afortunado sin duda alguna,
Que amigos verdaderos y sinceros,
Me han acompañado en mi travesía
A pesar de las adversidades.
Al instante, una sonrisa de punta en punta,
Se figuró en mi rostro desganado:
Nunca me había sentido tan apoyado.