Oh llenarme los bolsillos
de miseria, y taconear una rabia
infinita y profunda, golpear las latas
de los indigentes, atestar las ferreterías
y los palacios universales, con el azote
insigne de mis lágrimas opacas.
Cerrar? Que cierren bien las puertas,
los hospicios, las aberturas de los torreones,
que yo sabré deslizarme por los huecos
que aventura un mar de imprecaciones solitarias.
Y dejar que los hálitos del océano planifiquen
las existencias, los perfiles devorados, las muertes
pequeñas de un animal doméstico e incurable.
Oh llenarme los bolsillos de materia volátil,
un sueño, una pantomima, una irrealidad
dentro de un volcán de penumbra y selva
dogmática. En las pupilas ya crecen las llamas
salvajes.
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