Me arrojaron como piedras
el nombre de mis hijos, fortuitos,
desencadenados, rabiosos, oprimidos.
Me arrojaron como fuentes, los labios
las caras, los rostros, de la humanidad toda.
A mi propia cara subieron todos los rostros,
de los miles que andan por ahí
titubeando, desorientados, confusos, tiraron
tierra sobre el hueco de mi acné.
No hubo mar para mí. Mi existencia toda,
fue una confabulación de pechos muertos,
de naciones, de máscaras de baile
resquebrajadas.
Y las fuentes se secaron,
las piedras no tuvieron hijos,
y yo llegué llorando al baile.©