Ahora que cumples
la edad de la olvidanza,
volver a ser un intruso
de rizos nublados
y desatornillar sapos
con las pezuñas de la lluvia
por alpargatas,
querubín anhelante
de perderse en la piedra,
al son de la tribu melancólica
del espíritu.
Mente colmena
de las transparencias
que abandonan el pálido espejo,
repleto de habitaciones vacías,
preludio de la sed inmóvil
para guarecerse al raso
de la invisible piedad del rocío.
Festín ineludible
del ojo de Odin.