Fue testigo del amor más grande,
y también de los mejores besos,
y tal vez, es que es por eso,
que no he olvidado su matiz de antes.
Hoy te veo, y la veo a ella,
y pienso en las horas que pasamos juntos,
algunos dirían; venganza del mundo;
mas yo le doy gracias, por la tarde aquella.
Y pasaban ratos, como flor de un día,
minutos, y horas; y segundos tiernos;
mientras nuestros libros se contaban cosas,
de amores que nacen para ser eternos.
Las viejas del barrio escandalizadas,
contaban mentiras, con aires de envidia,
y cuando la tarde perdía sus luces,
con todo tu cuerpo te decías mía.
Miles de promesas, temas infinitos,
útiles de escuela, bajo la persiana;
con el uniforme de nuestro colegio;
guarda mil secretos aquella ventana.