El poema que no guardaré
He visto pupilas de tiernos colores,
en calles misteriosas, en valles perfumados,
en perfiles de sus redes sociales...
¡Cuántos colores contienen sus ojos!
Ni el ansioso ha igualado el ritmo acelerado de mi corazón,
mucho menos él bipolar ha sentido la revolución de emociones que siento,
y que dice el esquizofrénico: ¡Nadie ha alucinando y se ha perdido en delirios tan perfectos como yo!
Pues bien, amigos enfermos, ¡Están equivocados!
Yo he vivido en contemplación, con fascinante curiosidad y asombro. Pero eso no sería, no, no sería gracias al ser que leerá esto por interés, curiosidad, distracción o la razón que seas tú.
Así es, gracias por hacer de mi vida sequía y heladas, para que seas oasis y fogata los días que ande vagando en mi.
¡Gracias a Dios, porque eres tú, mujer! La que me provoca no guardar esas palabras.