Saboreo la amistad, esa que se tropieza de golpe que nace simple
en palabras sencillas pero que se abraza y profundiza con acciones
que madura con el tiempo, dulce como fruta en su mejor momento
firme como la mano que se extiende para apoyarte, que ampara
adictiva como chocolate que se derrite en la boca.
La amistad que me alegra la mañana como rayito de sol cálido,
que se fortalece al levantar el día, que se planta al meridiano
cantando su alegría, amistad que es sonrisa, brisa fresca
carcajada que no contiene burla, solo felicidad, la dicha de existir
que canta al viento y a la vida.
Adoro la amistad que es paloma en mi hombro, abrazo,
brazos tiernos y poderosos, escudo en la adversidad,
pecho que acompaña mi pecho en la tristeza, en la soledad
que es verdadera lágrima cuando la mía rueda cuesta abajo,
esa amista, que es más que amor, o es un amor extraño,
que se entrega y no pide, porque lo tiene todo de mi.
Te amo a ti amistad, más que todo, por tu fuerza,
tu durabilidad, porque no cambias la casaca,
abiertas están las puertas de mi corazón al tuyo,
porque puedo confiar, por tu discreción
respetas mi espacio y yo el tuyo, sin excepción
porque entre el amor, ese amor egoísta,
muchas veces acosador, que en nombre del amor maltrata,
abusivo, farsante que oprime, que con alevosía miente,
tu brillas con luz propia, no precisas reflejos.
Sencillamente te quiero amistad y soy de ti,
conoces mis defectos y no callas de frente los señalas,
aunque puedes herir con la franqueza más brutal,
entre tú y yo sin testigos de más
ven amistad, porque siempre tendrás un lugar especial,
y te llamas así, la sincera amistad, mitad
de mi corazón, mi confidente fiel, toda mi alma.