Anoche yo tuve un sueño
que alimentaba la vida.
Soñaba, no había herida
y que todo era halagüeño.
¡Qué hermoso fue aquel ensueño!,
que despertar no quería.
Había, tanta alegría,
en los jóvenes y ancianos
tratándose como humanos
sin ninguna felonía.
¿Y qué pasará hoy en día,
que se ha perdido el respeto?
Y aquel sueño tan escueto
lleno de romanticismo
no mostraba ni egoísmo
ni el amor era un panfleto.
Y nadie era analfabeto
gozaban de gran cultura
el trato era con ternura
y nadie temía a nadie
la tierra no era de nadie
primaba mucha cordura.
¿Por qué el mundo se tortura
viviendo de actos bestiales?
Soñaba con manantiales
con sus aguas cristalinas
bajando por las colinas
brillando como cristales.
Por aquellos matorrales
corriendo iban los venados
con ojos acanelados
que brillaban cual luceros
bajo grandes aguaceros
por bellos acantilados.
¿Cuántos tienen olvidados,
porque se han envejecido?
Y miraba agradecido
a la luna y las estrellas
en las tiernas noches bellas
con su cielo enternecido.
¡Yo estaba muy complacido!
Nietos, hijos, como hermanos,
solidarios con sus manos
se ayudaban muy tranquilos
¡No existían los asilos…!
Solo trato como humanos.
¡Hoy abundan los veranos
y escasean los inviernos!
Pero en los tiempos modernos
desperté tan de repente
y con dolor en mi frente
volví pronto a los avernos.
Ya no somos tan fraternos.
La inmundicia y la codicia,
muchas almas acaricia.
Valen más, banalidades…
Se detestan las verdades
y se aplaude la impudicia.
¡Sueño mucho la justicia,
pero no en la que es ficticia!