Eran dos bellos luceros
pintados color de luna
navegando en la laguna
como dos aventureros.
Yo les puse dos letreros
en un árbol de aceituna:
«¡Qué eran ellos, mi fortuna,
guardados en mis joyeros!».
Y con mi alma hecha manojos
de esperanza y ansiedades
con sus muchas mocedades
desnudando sus antojos
fui venciendo tempestades
refugiándome en sus ojos.