Cielo desierto ¡sin golondrinas! Pues,
¿tanto ignoran al sufrimiento?
¿Adónde van, viajeras errantes?
¡Oh, fúnebre atuendo, las solitarias!
Luego, meditabundo, ya soy caricia,
amo al crepúsculo,
lloran mis ojos, ya soy serpiente.
Voy a un lago ¡mil ilusiones!
La brisa es vino, embriaga a mi alma
y me pregunto:
¿Qué hace tanto en solitario este demente?
Evidente tristeza, tanta amargura...
Flota en mi mente el blanco sepulcro
y a la vez ¡tanta belleza en la vereda
del sufrimiento...!
Ora pienso: -\"¿es esta vida vileza y tormento?\"-
De serlo así, iréme cantando vil trotamundos
al manicomio...
Y en mis bolsillos -de locura gratuita-
feliz llevaré amargura constante,
una montaña de alucinaciones perversas,
Y exclamare: ¡qué ame, qué ame!
¡Qué ame aún más, a las dulces serpientes...!