Esperando en un banquete
la razón de mi agonía,
no lloraba ni reía,
porque estaba sin filete.
A mi lado vi un casquete,
tuve miedo de tocarlo.
Pero al tiempo de mirarlo,
no sostuve ni la espera,
saqué valor de pantera
y dudoso fui a dejarlo.
Al llegar al punto exacto,
pregunté quién era el dueño,
como loba sin pequeño
aceptaste el artefacto.
Mi mejilla dio un contacto
con la boca de la fiera
y agarré fuego por fuera.
Se notaba mi sequía
que hablarle yo no podía,
pues quemó mi primavera.
Atrapado en su belleza,
yo no supe qué decirle,
jamás podía mentirle,
mi pasión fue a su cabeza.
Me regaló una cerveza
y el cuerpo sentí prender,
el deseo dio poder
para decirle al oído:
yo quiero ser tu marido,
¿cómo te llamas mujer?
El nombre yo no lo digo,
saberlo muchos intentan,
aunque mentiras comentan,
todos tendrán su castigo.
Y te lo confieso amigo
con la pasión elevada,
dejemos todo en la nada,
hagamos lo que tú quieres,
que se acaben los placeres,
ya me tienes excitada.
Tal como había pedido
la voluntad de su pecho,
nos dimos todo el derecho,
hasta quedar complacido.
Después de ser su querido,
la sed de mí se perdió.
Esa sed que ella calmó
se ha vuelto mi manantial
y el casquete de cristal
con el tiempo derritió.
Samuel Dixon [22/02/2022]