Con tu andar ligero en el llano
y con paso lento vas subiendo la cuesta,
tu gran fortaleza es tu virtud;
cuando estás hambriento tragas desesperado
la paja, que te ofrece tu amo además de las palizas,
esa paja de trigo que da fuerza a tus tendones,
para poder llevar sobre tu lomo la pesada carga,
sudas la gota gorda, que gota gorda digo,
gota de sangre, gota de dolor,
y todo tu sacrificio es en vano,
siempre serás simplemente un burro
y el látigo será tu pan de cada día.
Yo te considero como un leal amigo,
como un ser noble, que hasta pecas de serlo.
Vas zigzagueando por esos agrestes caminos,
haciendo sonar tus fosas nasales;
retratando la fatiga en tu mirada
y en tus orejas caídas cual moribundos cactus.
Eres tan manso y te llaman bestia, “bestia de carga”
si tú entendieras ese ofensivo trato
te dolería más que el apretón de la cincha,
o el de la arretranca que carcome tu piel.
Tu regocijo es retozar y revolcarte,
rebuznar por los prados acosando a tus hembras.
De curioso te pregunto: ¿qué le dices en tu lenguaje asnal?
Porque las patadas que recibes no son injustas
creo que tus palabras no son nada santas
y sólo por eso si te caería bien el apodo de bestia.
Amigo y compañero del arriero
de las oscuridades, del frío, de la lluvia,
de los días soleados y del polvo de las pampas.
Al volver imaginariamente hacia los fríos andes,
oigo de repente tus rebuznos y veo
perennizado en esas cumbres tu silueta.
Amigo mío hoy que estás viejo y demacrado,
hoy que se ha unido tu pellejo a tus huesos,
hoy que te veo cadavérico y triste,
tus grandes cejas cubren tus ojos mustios,
tus costillas, las puedo contar, de una en una;
tus ancas son como astas puntiagudas,
parecen romperte la piel;
en fin sólo eres un remedo de asno.
Antes que partas en tu ida sin vuelta,
los moscos poblarán tus ojos y tu cuerpo todo,
tan pronto deje de latir tu corazón
su festín harán de ti los perros,
adelantándose a los gallinazos.
Al pasar el tiempo se extinguirán tus restos,
Serás polvo, serás viento, serás nada.
Eugenio Sánchez