Padre, perdóname,
fue mi culpa por
atreverme a cruzar
este río traicionero.
Yo sabía muy bien
que era mucho riesgo;
ahora estoy atrapado
en estas aguas turbulentas.
Las que cada vez me arrastran
alejándome de tu lado.
No me he ahogado,
he sido seducido y
golpeado por las piedras,
pero no he podido salir.
Estas corrientes
son demasiado fuertes,
rezo por un momento
que se calmen
y perdonen mi atrevimiento.
Quiero salir de aquí...
Después de este aprendizaje,
poco a poco comenzaré
a escalar montañas
para estar cerca de ti.
A partir de ahora
seré mucho más paciente
y mucho más cauteloso.
Por desgracia,
siempre habrá oportunidad
de caer en las profundidades
Y hundirnos una y otra vez.