SÍNDROME DE ESTOCOLMO DEL OBRERO DE DERECHAS
Nazco, y no tengo cuota de riqueza
en el azul planeta –acaparado
por el egoísmo brutalizado
que nos ha condenado a la pobreza–.
Solitario, en un clima de dureza,
habré de venderme a quien me ha robado
hasta el agua y el aire respirado,
agachando, sin cesar, la cabeza,
y, además, estar siempre agradecido
a quien me haya de humillar en exceso,
por el privilegio que me ha ofrecido
al haberme encerrado y hecho preso,
lo que, en mi ser, un «SÍNDROME» ha encendido
y, aunque «ESTO ES EL COLMO», soy su sabueso.
LOS SANTOS INOCENTES
Siempre nos guía la irracionalidad;
queremos dirigir nuestro futuro
con el pensamiento y trabajo duro,
más nos atropella la necesidad.
Estamos sumidos en «la realidad»,
que nos calma la sed con el cianuro
de la desigualdad y el claroscuro
anestesiante de nuestra mansedad.
Y nos arrastramos ante el cazador
para poder levantarle la pieza,
reconvertidos en su perro avizor
ofreciendo nuestra mejor destreza,
inclinados, sumisos y con temor
de no merecernos su gentileza.