Margarita García Alonso

Cinquanta, cinquante, cincuenta- Matanças

Cubre la memoria de tu cara con la máscara de la que serás y asusta a la niña
que fuiste. Alejandra Pizarnik


Sin cuenta sobre el campo infecundo
me retiro al Mar de la Mancha.


Estoy en el gran exilio, la vejez aterra,
estira manto, llega sin darme cuenta.
Fijaos, el espíritu quiere permanecer y la lógica
me hunde en cincuenta letras de la cábala.


No ha sido en vano: he llegado a Europa
con tres o cuatro vidas sueltas.


Ni isla ni continente salvan la mitad en Matanzas.
El viaje comenzó en una oscura estación de trenes
el techo de arcilla plateada punteaba al cielo
-me da por imaginar Ur des Chaldéens,

los persecutores llevaban perros,
y me escondía en los pliegues de la brisa.


La multitud mataba el aire con gritos,
agonizaba el detalle que traducía
a una lengua muerta so pena de perder vida.
Harrân podía ser el puerto dónde jamás volvería,
pues el rey apenas soporta el roce del cabello.


Medía el tiempo en la sucesión de túmulos en papel,
en la noche cerrada me movía, en la arena el viento helaba


Quitte ton pays…et sois une bénédiction.


El Éufrates, el Canímar, el San Juan, el Yurumí
cualquier río borraba huellas, pero el lodo
me impedía avanzar, ensuciaba los escritos.


Puede ser Ur, pero es Matanzas,
la que estruenda el eco de Sinaí.

Cubre el rostro Sara, el siroco comienza,
di que eres mi hermana,
abre lienzos y carnes al faraón.


Penetrada por Abraham ataba mi cabello
con la argolla del alba, nutría aguas,
rompía tablillas de tierra, mamaba otra lengua,
desmoronada en brazos de la nada.


Dios me enviaba cabras, leche, miel al epicentro
del cántico y el mar de sal seguía en los dedos,
el mar muerto en el cuerpo cada año que pasaba.


Mi hermano degolló carneros,
y yo hacia el Este, ¿dime, me tragará el desierto?


La ciudad donde nací es el eje de la polémica:
si fui, si fui otra, ahora no recuerdo.


Solo el viaje desde el azulado puerto
a la amurallada Habana, luego
el acantilado francés y Madrid
donde fui puta dando
a la lengua que había olvidado.


Tres países me nombran,
en tres me maté a cuchillo.
No hay tumbas,
solo grabados en el polvo:
Canaán, Hebrón, Matanzas.


Mi madre aparta el arroz
sobre las nubes rosadas
mi padre contempla las gaviotas
quizás sepa que estoy
en otro lugar. 

 

del cuaderno Maldicionario, 1996-2009
Por tanto, no digas que fulano vivió mucho, porque tiene canas o arrugas; no
vivió mucho, sino que duró. ¿Pensarás acaso que ha navegado mucho aquel a
quien una brava tempestad le asaltó ya a la salida del mismo puerto y le llevó
asendereado de aquí para allá y al antojo de los contrarios vientos enfurecidos,
haciéndole girar en un mismo remolino? No, no es que haya navegado mucho,
sino que se ha mareado mucho. Seneca