El hollín negro se escapa de la chimenea buscando aire puro para respirar, ignorando que su alma toxica invadirá de negro los pulmones de mis flores matando sus esencias, sus olores, machacando su belleza, y tú ni te enteras porque eres una de esas chimeneas tóxicas que abundan en la ciudad.
Hoy me he levantado temprano y lo he visto todo con más claridad, del café me gusta su aroma de la naranja su frescura y color, de un alfiler su punta muy fina, capaz de atravesar la piel más dura, para que la sangre pinte de rojo mi dolor y salga a borbotones como sale el agua limpia y clara de un manantial, sin rencores, reproches o quejas, que brote la sangre, y la nueva que dentro sin salir sé quede, que fluya por mis arterias limpia y nueva otra vez.
No se puede ser chimenea sin soltar humo negro o humo blanco anunciando que todo está limpio en tu interior.
En este instante vuelvo a ser yo, aquel niño que en la calle andaba descalzo, por eso hoy he regalado todos mis zapatos, vuelvo a tener comunicación directa con la tierra, mi amiga, mi hermana, que me quema o me moja mis pies, que van dando pasos lentos pero firmes, que constantemente la besan y se comunican con Dios.
Si tú lector no has entendido ni una letra de esta historia, puedo decirte que he contado mi vida de cómo viví y me crié en la Selva Madre, muchas más cosas podría contar, pero pensándolo bien, me las quedo aquí dentro, en mi corazón
Late late corazón, late y no pares cabron, late hasta que te lo diga yo.
Manuel Lorente
Seudónimo
Mael Lorens
Reservado el derecho
de Autor Febrero 2022