Marchita está la flor por una herida,
retorna a su capullo ya cansada.
Su agónica belleza es marchitada,
destino de una mesa bien servida.
Silente en un adiós sin despedida,
la deuda en su nobleza está saldada.
Sublime su alma vuela iluminada
y anuncia con perfumes su partida.
Escapa al infinito cual paloma,
se esfuma la belleza que la habita,
renacen los recuerdos con su aroma.
Sufriendo en su agonía se marchita,
la sangre por su herida cruel asoma,
ausente el pensamiento se adormita.
Miguel Ángel Silva
02/10/2018