Hasta el cuello llegó
la noticia de tu ausencia
y el silencio de mi ser
fue el ruido más fuerte
de hasta luego, beligerante.
Mutó el dolor de la piel
hasta cubrir mi cabello
con canas lleno de locura
así perdí lentamente la razón,
colapsado por escuchar
el murmullo final de voz.
Esa voz clavó en mi cuello
las heridas mas fieras
agua con sal mesclada,
de las heridas más crueles
producto de tus besos,
en zonas que nadie había
sembrado besos en otro tiempo.
Este respiro ya casi lo dejo
para empezar morir
en la estrechez de tus andares,
que arden con extenso fragor.
Alex Gramt