El tiempo nos enseña en realidad
que el tener sexo no es amor,
que la compañía no significa seguridad
y siempre uno tiene temor,
como también nos hace comprender
la gran y sutil diferencia
entre una mano sostener
y el atar el alma y la conciencia.
Que las promesas son en vano,
que los besos no son contratos,
que pocas cosas son algo sano
y morimos al vivir en el pasado.
Entonces tomamos todo con calma
y en lugar de que alguien nos traiga flores,
uno planta su jardín y decora su alma
ya que comienza a querer evitar dolores.