Delirio de un chalado en la alborada.
Una verdad de conmiseración empapada
en otra época sería cual fuerte bofetada,
o de pronto, una actitud poco considerada
más de medianoche y en níveas sábanas
como testigo mi muñida almohada,
ella me susurró en voz entrecortada:
Voltea hacia el lado opuesto de la cama
no me respires tu aliento en mi cara,
por supuesto, le di razón obvia y humana,
pese a que solitario e íngrimo estaba
soñándote en una fría madrugada.
Era tal vez mi musa muy entusiasmada
que con ecos buenos días me musitaba.
– Hermes Varillas Labrador
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